Vuelve Lugansky a abrir la temporada de la Nacional, esta vez con uno de los conciertos para piano de mayor dificultad de todo el repertorio. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. En los atriles, dos obras coetáneas entre sí, en los albores de una revolución ya iniciada en lo musical y que llegaría a su cumbre pocos años después con Stravinsky en París o Prokofiev en San Petersburgo. «La música de un compositor debe expresar sus raíces, sus amores, su religión, los libros que le han influenciado, las imágenes que ama… mi música es el producto de mi temperamento». Todo esto y más cabe en el Concierto para piano nº3 de Rachmaninov, musical efervescencia de sus emociones, de sus nostalgias y sus dramas… y todo un desafío para aquel pianista que ose enfrentarse a su elegante virtuosismo. Una pastora, un cabrero, ninfas, piratas, dioses y bosques sagrados. Ravel retuerce hasta el paroxismo el imaginario de la mitología griega con un extraordinario despliegue de impresionismo pastoral. Su Daphnis et Chloé cobra vida en estallidos de color y embriagadoras atmósferas que levantan una suerte, aquí en esta versión concierto, de sinfonía coreográfica, coros de murmuraciones incluidos.