Beethoven y Napoleón. Shostakovich y Stalin. ¿Quién dijo que el arte y la política no van de la mano? Al genio alemán le quedaba poco más de un año para que el ídolo, autoproclamándose emperador, se le cayese del pedestal. «Entonces, ¿no es más que un ser humano vulgar? Ahora también él pisoteará los derechos del hombre y se limitará a satisfacer su ambición. ¡Se elevará por encima del resto, se convertirá en tirano!». Su Concierto para piano nº3 se moldea de forma excelsa, enérgica, magnánima, como la de los grandes hombres a los que Beethoven admiraba, llámense Napoleón, Mozart o Luis Fernando de Prusia, a quien dedica la obra. Mucho romanticismo ha habido siempre en la idealización del hombre… y no siempre nuestros ídolos parecen poder soportar los ideales que los levantaron. Del mismo modo le pasó a Shostakovich. Su Séptima Sinfonía fue vista por Stalin como la muestra de valores patrióticos que bien le valió la reintegración en el partido, siendo al mismo tiempo una verdadera oda funeraria, un réquiem por los caídos y por lo perdido. ¿Cabe en una misma música la exaltación de unos valores que producen sufrimiento y, a la vez, un homenaje a las víctimas de estos? En ello consiste la Séptima.
El pianista Josep Colom sustituye a Arcadi Volodos, que cancela su actuación este fin de semana por enfermedad.