SATÉLITE WILLIAMS

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Por Gonzalo Lahoz, crítico musical

¿Qué sería de un planeta sin sus satélites? A excepción de Venus y Mercurio, que deben ser un poco más agrios en aquello de la atracción gravitacional, no hay planeta en el Sistema solar que no cuente con los suyos. Urano tiene una ristra de personajes shakesperianos orbitando a su alrededor; Saturno, muy mahleriano, cuenta con Titán y Júpiter, más barroco, pasa su eternidad junto a Calisto, Ganimedes o Europa… y nosotros… ¡nosotros pasamos las noches a la luz de la Luna! La Orquesta y Coro Nacionales de España, que funcionan como entidad planetaria, cuentan también desde hace unas temporadas con sus propios Satélites.

Para este mes de febrero, sin tener que llegar al espacio exterior, los profesores de la formación nos esperan en la sala de cámara del Auditorio Nacional con tres programas: en el primero de ellos, 14 músicos nos adentrarán en El corazón de lo místico (Vivaldi, Bach, Britten…), mientras que a finales de mes, el Coro Nacional nos regalará obras sacras británicas bajo el título de An English Service. Entre medias, Elsa Sánchez, Alicia Salas, José María Ferrero, Juan Antonio Martínez, José Martínez y Raquel Gorgojo desplegarán un monográfico sobre un hombre que sabe muy y mucho de todo tipo de estrellas: John Williams.

Un hombre que sabe muy y mucho de todo tipo de estrellas: John Williams

No creo equivocarme al asegurar que Williams, quien se ha convertido en la segunda persona con más nominaciones a los Oscar de la historia (¡Oh, Walter!) nadando entre tiburones, caminando entre dinosaurios, cursando estudios de magia, sobreviviendo a la mismísima criptonita y quedándose sólo en casa por Navidad, es el más querido del público melómano y, sobre todo, del cinéfilo. El más mainstream también. No parece haber nadie que no le conozca, entre otras cosas por haber atravesado el espacio entre satélites una y otra vez: E.T.; Superman, Star Wars, Encuentros en la tercera fase, La guerra de los mundos… ¡Qué Williams apareciese por aquí era sólo cuestión de tiempo! Pero la labor del compositor estadounidense va mucho más allá de la gran pantalla y eso es lo que vienen a mostrarnos en esta ocasión en la Nacional.

Los satélites del próximo 19 de febrero girarán en torno a su obra concertante, sonando alrededor de un tercio de sus composiciones para instrumento solista y orquesta, siendo esta última llevada al piano por las manos de Gorgojo. Estrenado en 2007 en el Tanglewood Festival, el breve Duo Concertante for violin and viola toma inspiración en los Tres Madrigales que Martinu (artista en residencia en Tanglewood en 1946) escribiera para tales instrumentos. De hecho, a petición del propio Williams, ambas partituras se interpretaron juntas en la première. Ya saben que la inspiración a menudo vino a Williams de fuentes clásicas anteriores, que él mismo ha llegado a admitir en alguna ocasión: Dvorák en Jaws, Holst en Star Wars, Tchaikovsky en Home Alone

Con el Concierto para trompeta, recordamos por qué el músico es uno de los grandes maestros de la composición para metales, como tantas veces nos muestra en sus bandas sonoras ¡Superman se quedaría en Normalman sin ellas! Fue Christoph von Dohnányi quien la estrenó en 1996, junto al solista de la Cleveland Orchestra, Michael Sachs. Un encargo que le hizo especial ilusión al neoyorquino, puesto que las bandas de swing, con todos los metales que incluían, formaron parte de su juventud. De hecho, el propio músico llegó a estudiar trombón y trompeta, siempre a cambio de que continuase con su formación al piano. Ese era el trato con su padre.

Comprenderán por qué John (...) es una figura venerada tanto en su país como fuera de él

El Concierto para tuba fue estrenado en 1985 para celebrar el centenario de la Boston Pops Orchestra, formación estrechamente ligada al compositor. El músico llevaba con la tuba en la cabeza desde que casi 20 años antes escribiese un solo para Dick van Dycke en la película Fitzwilly (¿O acaso creían que su hombre orquesta de Mary Poppins era pura improvisación?). La obra se estructura en tres movimientos sin pausas, donde el solista debe explorar las capacidades más liricas del instrumento, al mismo tiempo que Williams le reserva una virtuosística coda en el primer movimiento, un cierre en las profundidades para el segundo y un rondó con fanfarria incluida para el tercero.

Completará el programa su Concierto para oboe, la más reciente de las piezas escuchadas, puesto que se estrenó en 2011, también de la mano de la Boston Pops y en esta ocasión con su oboe principal, Keisuke Wakao, como solista. Casi a sus 80 años, Williams escribió una obra de tres sugerentes movimientos: Un lírico y narrativo Prelude, un bucólico Pastorale y una efervescente dialéctica en Commedia-run.

Para los que ya disfruten con Williams más allá de las pantallas, tal vez no les esté descubriendo nada nuevo, pero para todos aquellos que en algún momento se han emocionado siendo una geisha, luchando contra los nazis o sosteniendo un sable láser entre sus manos, no dejen pasar esta oportunidad que nos brinda la Nacional. Comprenderán por qué John, que a su avanzada edad ha legado todas sus partituras a la Julliard School de Nueva York, es una figura venerada tanto en su país como fuera de él. Un mito, una batuta idolatrada que ha conseguido que todos, antes o después, nos hayamos emocionado… y eso puntúa doble, ¿no creen?

 


Toda la información sobre el monográfico de John Williams el próximo 19 de febrero aquí.

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