DE PIANOS Y ÓRGANOS

Tiene gran sentido programar a Mozart y Bruckner en un mismo concierto. Y no sólo porque compartieran pasaporte austriaco y provinieran del mismo hábitat cultural, sino porque Bruckner adoraba a Mozart en la intimidad. Y le concedió algunos homenajes que los musicólogos han sido capaces de escrutar como si hubieran sometido a un scanner las partituras del longevo compositor de Graz. Un ejemplo es el «Te Deum», aunque también se adivinan algunos guiños en la «Misa en fa, número 3», cuya espiritualidad ocupa la segunda parte del concierto demostrándose que Bruckner era un compositor muy religioso cuando escribía música religiosa y cuando no la escribía también, de tal forma que su obra parece emanar íntegra e integralmente de un órgano eclesiástico, y no de un piano. Será el protagonista de la primera parte, no ya por la popularidad del «Concierto número 20» de Mozart, sino porque comparece para interpretarlo Rudolf Buchbinder, austriaco también él, reputado especialista en el repertorio mozartiano y artífice de una versión ajena al peligro del amaneramiento.