LA MÚSICA QUE VINO DEL ESPACIO

Usted está aquí: Inicio / Actualidad / LA MÚSICA QUE VINO DEL ESPACIO

Por Gonzalo Lahoz, crítico musical

¿Qué música creen ustedes que llevaba Yuri Gagarin en el tocadiscos del Vostok 1, durante su paseo espacial? Algo me dice que, aunque no tuviese mucho tiempo en ponerse a sintonizar Carrusel deportivo o Discomanía en la radio de su nave, en plena Guerra fría las prioridades musicales iban a ser otras bien distintas a las de Occidente. Sea como fuere, Gagarin se convertiría, con aquel viaje de hora y media, en la primera persona que surcó las esferas celestiales. El hombre que vino del espacio. El caso, no obstante, es que, en realidad, hasta entonces muchas personas ya habían viajado por la galaxia. ¡Todo es posible, ya lo saben, gracias al poder de la música!

En la misma década que el soviético llegó hasta las estrellas, David Bowie nos visitó desde el espacio con su Space Oddity… y en la siguiente aparecería con un título que lo supuso todo: The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Cuatro años más tarde, por observarlo todo desde nuestro particular telescopio, Joaquín Rodrigo rendía homenaje a la NASA con A la busca del más allá. Tenía cierta lógica… eran tiempos en los que todos apuntaban a la luna - ¡e incluso la pisaban!, consiguiendo logros que, paradójicamente, no hemos sido capaces de volver a repetir. Después, vinieron desde El Cabrero con su Luz de luna al Rocket Man de Elton John, pasando por Across the Universe de The Beatles, o The Dark Side of the Moon de Pink Floyd… y, obviamente, el siempre “clásicamente inspirado” John Williams y sus músicas que todo el mundo conoce, a través de las nueve películas que conforman La guerra de las galaxias. Son sólo unas pinceladas, pues escribo de memoria, pero está claro que el universo no ha dejado de maravillarnos, también musicalmente. ¿Y antes de todo esto?

... el espacio ha influido en la música desde sus concepciones más antiguas.

En tiempos más pretéritos, el espacio ha influido en la música desde sus concepciones más antiguas. Pitágoras ya hablaba de “la armonía de las esferas” y de cómo las ecuaciones matemáticas que rigen el universo, con todos sus planetas y estrellas en consonancia, podían ser trasvasadas a una partitura, con sus proporciones e intervalos, creando música. Avanzando en el tiempo, en el siglo XVIII el mismísimo Haydn, allá por 1777, viajó hasta nuestro satélite con su ópera Il mondo della Luna. Beethoven o Debussy la llevaron hasta sus pianos y con su Serenade to music, Vaughan Williams (ya nos vamos acercando a nuestra meta), transcribió en música las disquisiciones entre Lorenzo y Jessica (El mercader de Venecia) sobre, precisamente, la comentada armonía de las esferas. Será de hecho Vaughan Williams, esta vez con su Dona Nobis Pacem, quien acompañe la música más conocida que se ha escrito sobre el universo: The Planets, de Gustav Holst, en el programa que ha preparado la Orquesta y Coro Nacionales de España para los días 7, 8 y 9 de febrero, contando con la soprano Jane Archibald, el barítono Benjamin Appl y el director Eiji Oue.

Supongo que en el Peñón de Gibraltar a principios del siglo XX, sin tanta contaminación lumínica como la que sufrimos hoy en día, debían verse las estrellas que daba gusto, porque fue allí, en 1912, donde Clifford Bax (también compositor), le sugirió a Holst la idea de componer sobre Los planetas. Piensen pues, además, en la época durante la que fue creada y estrenada (1918): La Primera Guerra Mundial. Parece lógico que cualquiera prefiriese mirar hacia la infinidad del cielo, antes que a la limitada capacidad del ser humano. De hecho, en realidad, es imposible separar esta partitura y a su autor de la cruenta contienda. Que la obra comience con Marte, el dios de la guerra, no es mera casualidad. Holst, que siempre habló de sus planetas con cierto recelo ante la popularidad que rápidamente alcanzaron, prefería apuntar que la obra, aunque programática, en realidad trataba de “las influencias de nuestro espíritu”.

Holst, podríamos definirlo así, era un ser místico, envuelto de un halo de misterio, incluso de cierto esoterismo y cubierto por un manto de lo que entonces era considerado como exotismo oriental. No hay más que echar un vistazo a algunas de sus otras composiciones para cerciorarse: canciones como Twin Stars Aloft, The Stars Are with the Voyager, o Bhanavar’s Lament, compuestas antes de 1900, ya dan buena muestra de su interés tanto en Oriente como en la astrología y la astronomía. Con el cambio de siglo llegarían sus óperas Sita y Savitri, basadas en el Ramayana y el Mahabharata respectivamente, textos sagrados del hinduismo. Le seguirían canciones e himnos sobre el Rig Veda, el poema sinfónico Indra (rey de los dioses en la religión védica), la música de cámara Maya sobre preceptos budistas, su Suite japonesa, o la música incidental dedicada a Nabou, rey de Babilonia, entre muchas otras piezas.

Todo esto, por cierto, mientras también componía obras de puro carácter inglés. Con arreglos de canciones tradicionales de Hampshire o Somerset, inspiraciones de los Cotswolds, o sobre textos de señores más británicos que el té de las cinco: llámense Blake, Sidney, Tennyson, o Bridges. Algunos podrían verle como extravagante, pero esta mezcla, unida a la influencia francesa proveniente – sobre todo - de Debussy, Dukas y Ravel, terminaron por dar forma a un músico único que resulta prácticamente desconocido para la mayoría del público, más allá de The Planets. ¿Quién, por ejemplo, podía dedicar una obertura al controvertido, revolucionario y maravilloso Walt Whitman unos años después de su muerte? ¿Quién, al mismo tiempo que todo lo descrito anteriormente, podía dejarse llevar tanto por sus versos? Pues amigas y amigos, vuelvo al programa de la OCNE “Dos veteranos”: Vaughan Williams, quien se inspiró en su poema A Dirge for Two Veterans para el Dona Nobis Pacem que escucharemos y sobre el que también compuso Holst su propia versión coral. Ahí queda eso. En la música, todos nos damos la mano, aunque estemos entre trincheras, o vengamos del espacio.

 

Si quiere recibir cómodamente nuestros artículos, noticias y programación, puede suscribirse al boletín mensual OCNE.

archivado en: