¡EL ATONALISMO VA A LLEGAR!

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Por Gonzalo Lahoz, crítico musical

Para muchos, contemporáneos suyos y nuestros, el Mineralismo se habría llevado por delante al bueno de Schoenberg. Mahler, por ejemplo, pedía tiempo para comprenderle mejor (Mahler se pedía tiempo incluso a sí mismo: “Ojalá mi Quinta sinfonía se hubiese estrenado dentro de 50 años”). Richard Strauss, quien le sugirió músicar Pélleas et Mélisande y del que de alguna manera bebió en su música de cámara programática, abogó, llegado el momento, por enviarle a retirar la nieve de las calles con tal de que no siguiese componiendo. Poner en duda el orden establecido siempre acarrea consecuencias, incluso ante quienes, en su tiempo, también se enfrentaron a ello. Pero Schoenberg siempre ha sido demasiado, en el buen sentido. El agua que se desborda, un chasquido en el silencio, un fogonazo en la oscuridad. Pero, confiesen, ¿quién de ustedes nunca ha querido beber del vaso de lo desconocido?

La transformación de la música, como es de suponer, no vino de la noche a la mañana… ¡o tal vez sí! Más que transformación, sería más apropiado hablar de “transfiguración”, la de la noche, a través del poeta Richard Dehmel y su Verklärte Nacht (Noche transfigurada). Amor y sexo ante el escándalo de la sociedad musical y poética (fue juzgado en varias ocasiones por obscenidad y blasfemia), embebida de sus versos a través de partituras de Reger, Webern, Zemlinsky, Mahler (Alma), Weill, Strauss… y, por supuesto, Schoenberg.

Un hombre y una mujer paseando por el bosque, a la luz de la luna. Ella le confiesa que está embarazada… y el padre es otra persona. Aceptación del pasado y comprensión en el presente. El amor por encima de todo lo demás:

“Sólo mira ¡cuán claro brilla el universo!

Hay un esplendor sobre todas las cosas:

Tú flotas junto a mí en un mar frío,

pero un calor especial resplandece,

desde ti hacia mí, desde mí hacia ti”.

 

Hay en los versos de Dehmel, no podemos negarlo, una gran dosis de naturalismo y simbolismo (autobiográfico, por cierto), así como de Romanticismo en la música de Schoenberg. Es esta quizá su música más conocida y, frente la asociación automática que, con razón, siempre suele realizarse de su nombre con el atonalismo, aquí encontramos, sin embargo, unas aguas provenientes de Strauss, de Brahms, de Wagner… una corriente encauzada hacia lo desconocido, hacia nuevos puertos: de lo conservador a lo revolucionario, según sus propias palabras.

Resulta curioso, más visto desde la actualidad, en la época de la posverdad, las noticias falsas y los prejuicios globales, recordar como las entradas para los siguientes conciertos donde se interpretó Verklärte Nacht, llevaban impresas una llamativa advertencia: la audiencia tenía derecho a escuchar en silencio y no expresar una opinión hasta que terminase la música. Aquello de juzgar sólo cuando se conoce… ¡ya ven qué cosas! En realidad, las obras de Schoenberg, sobre todo al principio de su carrera, fueron muchísimo mejor recibidas en segundas y posteriores interpretaciones que en sus estrenos, donde ya se esperaba cierto revuelo consuetudinario. No obstante, hubo salas de aquella Viena donde se estrenó Noche, que se negaron a que tal música fuese interpretada. El hermano del compositor tuvo que echar a la muchedumbre enfervorecida la noche del estreno. Y he de insistir, esta música es puro Wagner, un Wagner ya “insustancial” (permítanme el atrevimiento) en los albores del siglo XX y el expresionismo musical en Austria. Es el Brahms que dijo adiós al Romanticismo al final de su Cuarta sinfonía, es Dvorák, es Debussy. ¡Pero! ¡He aquí el colmo de la subversión! ¡Schoenberg utilizó un acorde de novena invertido! ¡La tonalidad al límite! ¡Lo desconocido! ¡Lo inexistente! La sociedad musical de la Viena decimonónica no podía aceptar algo que hasta la fecha no había existido, y por tanto utilizado… y que no tenía una aparente (lógica) razón de ser.

Tampoco es que los demás epicentros musicales europeos estuvieran viviendo un remanso de paz. Stravinsky ponía París patas arriba con su Consagración de la primavera y en San Petersburgo el público abandonaba también la sala donde Prokófiev estrenaba la “música futurista” de su Segundo concierto para piano. “En el caso de que los tiempos hubiesen sido normales, la música de nuestros días se encontraría en una situación diferente”; son palabras del propio Schoenberg, tiempo después.

Ante todo, tal y como su título indica, Verklärte Nacht es cambio, es transformación a través de una música intensa, intensísima, de una densidad apabullante. Un nuevo océano cuya marea nos lleva, irremediablemente, hacia nuevas orillas. Aguas cálidas, profundas, que dan vida a una música ya hacia el expresionismo y que se aleja en sí misma del molde straussiano del que en un principio pudo haberse inspirado. Pero esto es más, mucho más, ya digo. Es pura belleza, es un estallido dramático y una partitura verdaderamente tensa y apasionada. Es la nueva carne de una nueva Escuela de Viena. ¡La tonalidad, como la edad, es tan sólo un estado mental! Libérense de todo prejuicio, este es el camino más perfecto hacia lo desconocido.

 

El próximo 25 de enero inauguramos el ciclo La Actualidad de lo Bello estableciendo un puente entre la Sinfonía núm 2 de Brahms y Verklärte Nacht de Schoenberg.

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