El concierto romántico para piano –Hummel, Cramer, Moscheles, Thalberg, incluso Chopin– parece seguir a rajatabla la ecuación según la cual cuanto más extensa y solemne sea la introducción de la orquesta, tanto más subordinada estará a partir de la entrada del solista. Por ello, no debe extrañarnos que uno de los aspectos más alabados del Concierto para piano de Schumann tras su estreno en 1845 fuera precisamente el tratamiento de la orquesta, protagonista a la vez que el solista, pero sin menoscabo de su función. Schumann dejó al menos tres conciertos inacabados antes de dar con esta fórmula, pero se aseguró finalmente un lugar honorífico en la historia del género. La sexta sinfonía de Antonín Dvořák también supuso un antes y un después en su producción sinfónica: durante décadas fue catalogada como la Primera del compositor, debido a que fue, efectivamente, la primera en ser publicada y alcanzar difusión internacional. Conocida en ocasiones como Sinfonía «Checa» –por el furiant del Scherzo– o bautizada (sin éxito) como Sinfonía «De navidad» por el director de orquesta Vaclav Tálich –por el lirismo del Adagio–, podríamos igualmente considerarla su sinfonía «Pastoral» por su parentesco musical con la Segunda de Brahms, escrita tres años antes.
