PODEROSA KARINA

No existe mayor contrafigura del director de orquesta a la antigua usanza que Karina Canellakis. Porque es mujer. Porque parece una modelo de pasarela. Y porque ninguna de estas anteriores evidencias ha impedido a la joven maestra neoyorquina trascender los estereotipos. La manera de hacerlo consistió en aprovechar una sustitución de Jaap van Zweden en la Sinfónica de Dallas (2014). Lo reemplazó a última hora para deglutir la «Octava» de Shostakovich. Una prueba de fuego que resolvió con autoridad y que la proyectó al gran circuito, otorgando la razón a los augurios de su mentor, Simon Rattle. Canellakis es violinista de formación y polifacética de repertorio. Lo demuestra el programa que ha organizado en su concierto de la Orquesta Nacional de España, una inmersión en el tardo Romanticismo que comprende una obra bastante habitual del repertorio de violonchelo, la «Variaciones sobre un tema Rococó» -las toca Edgar Moreau-, y dos obras muy poco habituales del repertorio orquestal: el poema sinfónico «Polednice» de Dvorak y el «Kolokola» de Rachmaninov, una aliteración que evoca una marca de refrescos cuando en realidad alude a la onomatopeya de las campanas en homenaje al simbolismo de Edgar Allan Poe.