Hay programas que se elaboran desde el contraste, «performances» prêt-à-porter y conciertos resueltos desde una narrativa temporal. Es esta la idea de programar a Mahler y a Schoenberg juntos. De colocarlos tan cerca que los estertores del ciclo «Des Knaben Wundenhorn» concebido por el compositor bohemio trascendieron apenas tres años antes de que Schoenberg finalizara su primera obra orquestal, una versión sin palabras de la pieza teatral de Maeterlinck, «Pelleas et Melisande» que ya había sido el pretexto con que Debussy abrió las aguas y las puertas de la vanguardia. Estaba revolucionándose la música. Por lo lejos que había llevado Mahler la tonalidad. Y por la idea que tenía Schoenberg de sobrepasarla. David Afkham asume las responsabilidades del concierto. No todas, porque los lieder de Mahler se encomiendan a la inteligencia y al criterio aristocrático de Thomas Hampson. Un liederista que canta desde la profundidad. Sabiendo lo que dice y habiéndolo interiorizado, expuesto a la angustia existencial de Mahler y de su melancolía: «A medianoche pensé en los sombríos espacios infinitos».