París fue el espejo musical en el que se reflejó Viena, al menos, desde los tiempos en que la princesa consorte María Antonieta invitó a Gluck para revolucionar la ópera en la capital gala. La humillación francesa tras la derrota de 1870 avivó la hostilidad hacia el mundo germánico, lo que llevó a figuras como Claude Debussy y Lili Boulanger a militar por un arte orgullosamente francés, a la vez místico y sensual, que impregna los pentagramas de de La damoiselle élue (1889) y los Salmos 24 y 129 (1916).
Compuesta en 1888, la Sinfonía núm. 5 de Chaikovski ha sido comparada con la Quinta de Beethoven por orbitar en torno a la idea del destino, que se expresa a lo largo de los cuatro movimientos a través de un motivo musical recurrente. Su triunfal Finale la emparentaría más bien con la Quinta de Shostakóvich, al actuar como heraldo de una victoria fingida que tampoco alude a un destino colectivo, sino más bien a la infructuosa lucha del autor contra sus propios demonios.
Autor | Pieza |
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Lili Boulanger
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Salmo 24. De Jehová es la tierra [4’]
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Salmo 129. Mucho me han angustiado [7’]
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Claude Debussy
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La doncella elegida, L. 62 [21’]
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Piotr Ilich Chaikovski
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Sinfonía núm. 5 en Mi menor, op. 64 [44’]
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