Los nombres de György Ligeti y Richard Strauss se acoplan en dos programas de esta temporada sobre los que sobrevuela el filme 2001: Odisea del espacio. El Requiem de Ligeti «aterrorizó» literalmente a los primeros intérpretes de esta obra, cuyo maestro de coro telegrafió al compositor pidiendo auxilio durante los ensayos. El motivo no era otro que las titánicas dificultades que planteaba la parte coral, de una complejidad y densidad desconocidas hasta la fecha. En particular, el Kyrie –inspirado en los cánones de proporciones del maestro flamenco del siglo XV Johannes Ockeghem– sirvió de base a una icónica y psicodélica secuencia del filme de Stanley Kubrick, demostrando así que la música también puede constituir un «agujero de gusano» capaz de comunicar entre sí facetas del tiempo y del espacio emplazadas a distancias siderales. Una razón –de carácter menos circunstancial– emparenta las dos obras incluidas en este programa, y es que la última de las grandes obras orquestales de Strauss es también un fresco sinfónico extraordinariamente inmersivo: una aventura alpina en la que es posible sentir las ráfagas de viento sobre la piel y la sobrecogedora plenitud de la Naturaleza sobre la conciencia.