La «música para tiempos de guerra» –parafraseando a Haydn– podría considerarse un subgénero musical en sí mismo. El otoñal «estudio para 23 instrumentos de cuerda», compuesto por un Richard Strauss conmocionado por la destrucción del Teatro Nacional de Múnich por un bombardeo aliado, es también un epitafio a la cultura alemana, destruida «tras el reinado de doce años de bestialidad, ignorancia y anticultura bajo los mayores criminales», tal como escribió en su diario en 1945 refiriéndose al régimen nazi. Las seis misas compuestas por Haydn para Nikolaus II Esterházy (nieto de su más famoso patrón) podrían considerarse en su conjunto «misas de guerra», pues fueron escritas durante las dos primeras Guerras de Coalición contra la Francia republicana y reflejan en algunos de sus títulos –«In tempore belli», «In Angustiis»– esta circunstancia. En esta dirección, el carácter militar del «Dona nobis pacem» («Danos la paz») del Agnus Dei de la misa en Do mayor ha sido interpretado en el siglo XX como un alegato antibelicista, en una lectura que olvida que lo que Strauss no dudó en calificar en 1945 como «bestialidad» había sido antaño conocido –dos guerras mundiales mediante– como «heroísmo».