Antes que Beethoven, compositores como Joseph Martin Kraus o Paul Wranitzky –hermano del violinista que participó como concertino en el estreno de la Sinfonía «Heroica» en 1804– habían incorporado música fúnebre en alguna de sus sinfonías, pero hubo que esperar a la Tercera beethoveniana para que tuviera lugar el nacimiento de una retórica musical verdaderamente nueva sobre la muerte, una retórica que antepondrá la marcialidad a la oración fúnebre, y que no dejará de resonar durante todo el siglo en autores como Chopin, Liszt y Wagner, hasta consumarse en la obra de Mahler. La marcha –como acción– y la muerte –como destino– constituyen también los rasgos característicos de otro tema fundamental del Romanticismo germánico: el del viajero errante. Su recorrido musical traza un camino paralelo al anterior, desde el Viaje de invierno de Schubert hasta las Canciones del camarada errante de Mahler, pasando igualmente por Liszt, Wagner... Las nueve Canciones de viaje de Vaughan Williams que nos traerá el bajo Brindley Sherratt –el celebrado rey Marke del Tristán e Isolda de la pasada temporada–, incorporan a esta tradición el inequívoco aroma de la balada popular inglesa.
