DULCE RECUERDO, AMARGA AÑORANZA

El dulce recuerdo. La amarga añoranza. Brahms se erige como estandarte de la melancolía y de todo arrebato, de toda emoción que nos sitúe ante nuestros precipicios personales. Y qué maravilloso es cuando el arte nos empuja hacia nuestros propios límites. Sin duda, Brahms cautiva por la fuerza mostrada ante los designios del Postromanticismo. Un viejo romántico en nuevas latitudes, con su Cuarta sinfonía como colofón de su legado. Fue el dolor de la pérdida y la evocación de su querida Manon Gropius lo que impulsó a Alban Berg a aparcar la composición de su ópera Lulú y aceptar el encargo de un Concierto para violín, dedicado «A la memoria de un ángel». Una vez terminado, con él «podréis escuchar lo que hoy puedo sentir, pero soy incapaz de expresar», escribió a la madre de la muchacha, Alma Mahler. Una obra maestra, cumbre del género y el dodecafonismo, que encierra en su interior un coral de Bach. ¡Casi nada! Cierra el círculo la Passacaglia de Webern, directamente inspirada en la Cuarta de Brahms, estirando aún más su postromanticismo y abriendo nuevas sendas, Schoenberg mediante.