La caída del Muro y el desmembramiento de la URSS no han sido suficientes para diferenciar el patrimonio musical ruso del ucraniano. Se impone la hegemonía del primero en términos centrípetos sin llegar a matizarse que fueron ucranianos Prokofiev, Gilels, Oistraj, Milstein y hasta Vladimir Horowitz. Sí que era ruso, muy ruso, Rachmaninov, pero no Valentina Lisitsa, ucraniana también y protagonista de una proeza musical en este concierto extraordinario. Y de una proeza atlética, pues la corpulencia y concentración que requieren el repertorio de Rachmaninov se añaden al desafío de interpretar en una tarde-noche sus cuatro conciertos para piano y la Rapsodia sobre un tema de Paganini. Hay que ser muy de Rachmaninov para exponerse a la sobredosis. Y hay que tener buenos brazos y mejor cabeza para sobrevivir a ella, pero la ventaja de Lisitsa consiste en que es jugadora profesional de ajedrez, negro sobre blanco.