Focus 01

La Sociedad de Conciertos, en su intento desde 1866 por hacer aflorar afición instrumental, organizaba amplias veladas musicales divididas en tres partes. La primera y la tercera la conformaban oberturas de ópera de marcado carácter orquestal y fragmentos sueltos de obras más grandes, como marchas, entreactos o movimientos de sinfonías. Los habituales de los atriles eran Gounod, Meyerbeer, Beethoven o Mercadante. La obertura de Mignon de Ambroise Thomas, estrenada en París poco antes, fue una de las favoritas de músicos y público durante los primeros años de la Sociedad. En ocasiones fue compañera de programa de los pentagramas de Miquel Marqués, que siendo violinista de la orquesta de la Sociedad escuchó a Barbieri animar a Jesús de Monasterio a componer repertorio sinfónico, tarea que decidió emprender por su cuenta. Su Primera Sinfonía tuvo tal éxito que desencadenó la escritura de otras cuatro, inspiró a sus compañeros de generación y despertó el interés del mercado editorial.

Herederos de aquel primer impulso sinfónico como Julio Gómez, María Rodrigo o Conrado del Campo sumaron al lenguaje orquestal un contenido que ahondaba en los referentes del patrimonio cultural español. No era solo una cuestión identitaria sino también una apuesta por la riqueza temática que tenían a su disposición, con alusiones continuas al Quijote, a Alfonso × el Sabio o al mundo romántico de leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Julio Gómez, con una preparación intelectual formidable y una preocupación por el humanismo de idéntica naturaleza, fue el impulsor de algunas de estas obras sin dejar de lado su compromiso con las instituciones musicales o con la divulgación.