REGRESA JOSEP PONS A LA OCNE

Cuando Edipo vio a Yocasta muerta, «lanzando un espantoso alarido, afloja el nudo corredizo que la sostenía. Una vez que estuvo tendida, la infortunada, en tierra, fue terrible de ver lo que siguió: arrancó los dorados broches de su vestido con los que se adornaba y, alzándolos, se golpeó con ellos las cuencas de los ojos, exclamando que así ya no vería más, ni su miseria, ni su crimen». Asesinar a su padre, casarse con su madre. Arrancarse los ojos, marchar al destierro.  Sófocles brinda a Stravinsky una de sus mejores tragedias, portal para que el genio ruso siguiese haciendo de las suyas, sumergiéndose de lleno en el Neoclasicismo. En esta ocasión será revestido de aires de oratorio dramático, al completar su escucha con su Pater Noster y Ave María, así como con las bellísimas Letanías a la Virgen Negra de Poulenc, para coro femenino y órgano, que el francés escribió al peregrinar a Rocamadour, buscando respuestas tras morir decapitado un buen amigo suyo. Sintiéndose también, por qué no, ciego, escribiría: «Solo ante la Virgen Inmaculada, reconozco de golpe  el  signo  indiscutible,   el puñetazo de la gracia en pleno corazón».