La respuesta de un artista a la violencia: Leonard más allá de Bernstein

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Por Gonzalo Lahoz

Marzo de 1965, la sociedad y la historia viven tiempos convulsos mientras intentamos aprender, una vez más, la lección elemental de la igualdad, que todavía hoy no terminamos de comprender. Desde la pequeña ciudad de Selma, en Alabama, cientos de manifestantes intentan marchar pacíficamente hacia Montgomery en defensa de la libertad de voto – y tantos otros derechos -  para la comunidad afroamericana de los Estados Unidos. Tras dos intentos fallidos por la violencia ejercida sobre ellos, asesinatos incluidos, finalmente consiguen llegar a la capital del Estado el 24 de marzo.

Esa noche, como celebración de lo conseguido y como un nuevo cimiento musical de todo lo que aún quedaba por alcanzar, se improvisó un concierto ante miles y miles de personas, en el que resonó el absolutamente maravilloso Mississippi Goddam de Nina Simone, pero también las voces de Harry Belafonte, Tony Bennett, Joan Baez… o la de un compositor entregado a la historia: el genio, el controvertido, el magistral Leonard Bernstein.

Un compositor entregado a la historia: el genio, el controvertido, el magistral Leonard Bernstein.

Tres años de lucha después llegaría un revolucionario 1968, del que ahora se cumplen cinco décadas: La Primavera de Praga, el Mayo Francés o las protestas contra la Guerra de Vietnam… y dos asesinatos que no fueron sino dos latigazos (más) para todos los que ansiaban la libertad: el de quien promovió aquellas marchas y la no violencia para generar el cambio social, Martin Luther King, y la de otro miembro fundamental en la defensa del Movimiento Afro-estadounidense por los Derechos Civiles como fue Robert Kennedy. En su funeral, Bernstein dirigió el Adagietto de la Quinta sinfonía de Mahler. Sólo cinco años antes había dedicado la Segunda Sinfonía del mismo compositor al hermano de Robert, el presidente John F. Kennedy. En un extenso discurso que tituló La respuesta de un artista a la violencia y haciendo suyas las palabras que Kennedy debería haber pronunciado cuando fue tiroteado, Bernstein dijo: “El liderazgo de los Estados Unidos debe guiarse por el aprendizaje y la razón” “¿Y de dónde surge esta violencia? – añadía él -  De la ignorancia y el odio, los antónimos exactos de aprendizaje y razón”. Son palabras que, sin pretenderlo, alcanzan a nuestro preocupante presente.

Bernstein dedicaría su Sinfonía Kaddish a Kennedy y más tarde Nixon marcaría al compositor como la personificación de la “completa decadencia de la élite intelectual” estadounidense. Muy en su línea, el presidente no acudió a la inauguración del Kennedy Center, donde se estrenaba Mass, del compositor de Lawrence, ya que le advirtieron, se cantarían textos contra la Guerra de Vietnam, buscando dejar en ridículo al Gobierno. Ese texto no era otro que “Dona nobis pacem” (Danos la paz).

Su conflicto llegó a lo personal y, tal y como recogen los audios destapados por el Caso Watergate, Nixon no dudó en calificar a Bernstein como "son of a bitch". El músico contraprogramaba conciertos en fechas señaladas para el político y se involucró con agrupaciones y acciones como el Comité Americano para el alivio Yugoslavo, el Congreso por los Derechos Civiles, el Comité por los Refugiados Antifascistas o, entre otros, el no exento de polémica Partido de los Panteras Negras, por cuya implicación en su causa recibió duras críticas. Acertado o no, Leonard fue sin duda un hombre comprometido.

Acertado o no, Leonard fue sin duda un hombre comprometido.

Antes, en 1949, Lenny, señalado por el senador McCarthy como amigo de los comunistas junto a Arthur Miller o Albert Einstein, estuvo presente en la Conferencia de paz que contó con un Shostakovich en el punto de mira de Stalin y al que los manifestantes invitaban amablemente a “saltar por la ventana” del Waldorf-Astoria de Nueva York. Más tarde, en las Navidades de 1989, meses antes de morir, un visiblemente emocionado Bernstein celebraba la caída del muro de Berlín con una Novena de Beethoven a la que se le cambió la palabra “alegría” por “libertad”. Entre todo ello lo ya comentado, su alianza con otro gran humanista como Menuhin, su lucha contra el sida, su entrega a la educación musical de los jóvenes o sus críticas al apartheid, por citar sólo algunas más.

Bernstein fue el pianista, divulgador, compositor y director que la música necesitaba. Leonard fue el hombre y artista comprometido que la sociedad y su devenir han agradecido. Entendió que la música es política, o al menos es “lo social” y a ello se entregó.

Si ahora que se cumplen 100 años de su nacimiento celebramos a Bernstein de punta a punta de este país y prácticamente de cualquier otro, es por el compromiso de Leonard para con la música y nosotros, trascendiendo por encima de partituras y auditorios y convirtiéndose durante su tiempo en un nexo vital del arte con aquello que lo genera: el alma humana. Leonard más allá de Bernstein.

Los artistas verdaderos son los artistas comprometidos; el tiempo siempre acaba por enseñarnos que, en realidad, todo lo demás está de más. Incluso en su obra sin duda más conocida, West Side Story*, por encima de la historia de amor a lo Romeo y Julieta, Bernstein erige una crítica al racismo y los conflictos sociales de la América dividida que le (nos) tocó(a) vivir.

Creía de veras que el cambio social también era posible a través de la música

Tras toda una vida de compromiso, sólo alguien con una mente como la suya, que creía de veras que el cambio social también era posible a través de la música, podía dar vida entre compases a un personaje como el Cándido de Voltaire (repasó la obra a lo largo de toda su carrera, de 1956 a 1989), quien creía vivir en el mejor de los mundos posibles. El mensaje es tan evidente como necesario: “Il faut cultiver notre jardin”. Seguramente el mundo nunca cambiará, pero si todos nos preocupamos por cultivar nuestro jardín, por cuidar y mejorar aquello que está al alcance de nuestra mano… o de nuestra batuta como hacía Bernstein, puede que se convierta en un lugar mejor donde vivir. Seguramente él ha sido el músico que más y mejor se ha acercado al concepto de “lo absoluto”; pero también uno de los artistas de mayor fama y poder que se han involucrado al completo con las causas que creían justas. Su música también va de eso, no lo olvidemos.

 

* Será precisamente un 24 de marzo (junto al 23 y el 25), el mismo día en que las marchas pacíficas llegaban a Montgomery, cuando la Orquesta y Coro Nacionales de España, con  Juanjo Mena a la batuta, lleven a Bernstein hasta el Auditorio Nacional con sus Danzas Sinfónicas y su Divertimento para orquesta. Sonarán también las Cinco Canciones negras de Montsalvatge y el estreno mundial del Concierto para clarinete bajo de Ramón Paus.

 

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Foto: Al Ravenna, 1955, cortesía de la Library of Congress

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